Probabilidades
Lo que es y lo que ya es, esa historia. La poesía en la calle. Alexis y una pizza mitad y mitad 20 años después. Contar, pensar, hacer.
YA es el otro, ya está, pensé, y era un cierre divertido a esa frase. Historia terminada, hablemos de otra cosa. Estamos en un momento así, de finales, cortes, de gente queriendo cerrar conversaciones, de cambiar los temas, de llamarse a silencio también. De pintar palabras arriba otras palabras y leer lo que queda.
Hoy me pasó una secuencia de esas que me hacen pensar en el azar y el orden: me cambió la agenda anoche y terminé empezando el día, tras llevar a los chicos al colegio, caminando hasta una escribanía cerca del obelisco. En el camino, casi llegando y buscando un café vi movimiento dentro de una pizzería que se llama Furore, miré y estaba el dueño, un joven pizzero al que conocí por Muza5k (hacía malabares con masa de pizza en la calle) y que reencontré por Roma, cuando vino con el que rescató Burgio porque lo asesoraba en cocina. Pasé, nos tomamos un café, pensamos algo para Roma en el ciclo Amor a la Pizza, hablamos de pizza, de proveedores y me recomendó uno de latas tomates, que había probado a ciegas contra unos tomates en lata italianos y lo había sorprendido por la calidad.
De ahí fui a la escribanía, firmé un poder, ese ritual obsoleto al que, me avisaron antes de terminar, tenía que sumarle otro: el de firmar un libro de actas. Me tomé el subte B que está cada día un poco peor, me bajé en Lacroze, espié a Imperio de Chacarita a ver si estaba el encargado Luis, para pasar a saludarlo y tomar un café y como no estaba seguí después de sacar una foto a una caja que se veía desde la calle que tenía la frase No tenemos sucursales. Unas cuadras después me encontré a Fabian Casas, del que había hablado la noche anterior con mi amigo Willy, compartiendo las ganas y el plan de juntarnos los 3. Willy va a su taller. Hablamos de hijos, del dolor, de poesía, de trabajo y de Mallman, al que parece que iba a invitar a su nuevo programa y quien, le confesé, fue la persona que me inspiró a mirar la gastronomía de una manera que nunca había pensado cuando tenía 17 años. Fabian no tenía idea quién era y lo alenté a que lo invité, que creía iba a ser divertido e interesante el encuentro.
Me despedí de él, le escribí a Willy para contarle del encuentro y llegué a Strange. Justo cuando entré vi, en una caja de cartón, las latas de la marca que me había recomendado Ezequiel, justo la que en un audio le mandé despues de hablar con él a Florencia que teníamos que probar para Roma. En Strange me junté a probar la cerveza de fermentación mixta que estamos haciendo, una nueva versión de la que hicimos el año pasado y llamamos Fuerza Mayor. Abrimos las dos botellas, cada una con una variación propia a partir de una misma receta, una de este año, una del año pasado y nos pusimos a buscar en qué se parecían, en qué no, qué nos gustaba, que no. Las recetas y el tiempo. Como comparar con lo que uno recuerda pero ahí, con el tiempo embotellado y a disposición.
Después de todo esto caminé hasta La Fuerza y quise contar sobre el azar, los encuentros y las continuidades. Cuando encuentro algo me gusta contarlo, esto es eso también. Busqué hilvanar el relato que había en esto, de una lata a la otra, de Muza5k a Roma, de la cerveza de Strange de un año a otro, del poder al libro de actas, de probar a ciegas, de Willy a Casas. Pensé que podía ser un poema, de esos que no escribo más.
En el final del 99, tras un par de meses de viaje de mochilero por Europa terminé en Tesalónica, donde fui a seguir una historia de amor que terminaría en Paris. Ahí conocí a Alexis. Griego, su nombre es Alexandros, vivía en esa ciudad pero se mudaría a Paris donde nos haríamos amigos los 6 meses que viví ahí. En el 2005 vino a Buenos Aires y me hizo conocer el Colón, amaba la opera, se formaba en música y estudios culturales y terminaría trabajando para una institución vinculada a la opera de Atenas. Nuestro contacto se fue diluyendo hasta hace un par de meses cuando me mandó un mail preguntando por qué no respondía en Facebook (el que no uso más) y para contarme que venía a Buenos Aires por una opera que iban a presentar en el Centro de experimentación del Teatro Colón.
En Roma, donde nos encontramos, hicimos la cuenta y ahí supe que había sido en 2005 que él había venido y que habían pasado casi 20 años desde nuestro último encuentro y la última vez en que realmente habíamos hablado. Fuimos a ver la obra con Caro, nos reímos, nos incomodamos, nos divertimos.
En Roma probamos una pizza mitad fugazzeta mitad napolitana del frío. Me dijo que era la pizza más rica que había probado en su vida. El otro día Aurora me preguntó cuál es mi comida preferida y le dije pizza. Le debería haber dicho pizza mitad y mitad, el mejor invento del mundo después de la pizza y es argentino.
Todo esto a cuenta de nada, o sí, porque la dimensión del tiempo en las relaciones es un descubrimiento, de como un encuentro te permite ver el recorrido y recordar de una manera que solo ya se que no puedo, que solo puedo ahora que pasó mucho tiempo de un montón de cosas. Esa memoria, esa reconstrucción, ese sesgo, esa inconsistencia, ese poder. Lo que el otro recuerda, lo que uno recuerda, lo que los que no vemos más recuerdan de nosotros y nunca más podremos recordar.
El año pasado dos personas distintas me recomendaron el podcast Gastropolítica y terminé escuchando casi todos sus episodios. Una de esas dos personas tiempo después me contó que Maxi venía a Buenos Aires y que tal vez nos podíamos conocer.
Le escribí, nos hablamos y después de no lograr encontrar lugar en agenda porteña durante varios días nos terminamos encontrando el mismo día en que se iba en La Boca, frente a la cancha.
Hablamos de periodismo, de como contar algo, de hacer alguna cosa y vamos a terminar haciendo algo en el Encuentro Vermutero latinoamericano.
Me gusta cuando pasas de la curiosidad al descubrimiento y de ahí a hacer algo.
Este mes salió (¿de dónde salió?) la primera edición de este proyecto de hacer vermú de distintos lugares. Cuando empezamos a pensarlo pensé que en unos meses ya lo íbamos a tener, al final terminó siendo bastante más de un año. En el recorrido de la etiqueta hay metidas, no en el texto, sino en por qué terminó como terminó un montón de cosas que ya quedaron perdidas. Ese camino no fue diseñado, algo que le agrega quilombo, tiempo perdido y demoras pero que también le da forma.
En el texto pude escribir algunas cosas sobre La Fuerza y esto de hacer vermú, y atrás, en la contraetiqueta algo sobre lo que hay en esa botella. No se si se leerá, es posible que no, aunque le subí el tamaño de la tipo como un ruego para que alguien lo haga. Cuando uno escribe siempre está esperando que alguien lea. Una botella al mar con mi deseo. Todo también lo conté acá o no todo pero algo sobre este proyecto y esta primera edición. Esta muy rico y eso me parece importante, también que pensarlo y contarlo me sirve para contar y pensar lo que hago. Lo que hacemos. Cómo hacemos. Cómo pensamos.
Hoy terminé de escribir esto y me volví caminando de La Fuerza a mi casa, es más o menos una hora y media de caminata. En el medio del camino vi dentro de un bar a Valeria Bertucelli, hablando con alguien. En un bar en el que jamás hubiera imaginado a ella, porque aunque no se nada de ella tengo una idea de ella, de sus lugares, de su vida.
En el encuentro de la mañana con Casas, él habló de ella, en algo vinculado a escribir. Y apareció su película, que está empapelando las calles en estos días. Las probabilidades que me encuentre con Casas en Buenos Aires, me hable de ella y al final del día me la cruce son muy pocas. Hoy pasó, lo cuál no tiene ninguna significancia especial ni mensaje. Que haya sido justo el día que logré volver a escribir este news sí, para mí sí, pero todavía no tengo claro por qué.
Gracias por leer
Gracias Maya! muy lindo lo que decis. Justo semana pasada me suscribí al tuyo y hoy me llegó. Beso
Hace algunas semanas comencé a tejer, porque me regalaron varias madejas de lana roja, así que me compré una aguja y me senté a probar, mi abuela me había enseñado a tejer hace muchos años, pensé que era imposible recordar como era, pero al agarrar la aguja rapidamente fluyó, ese saber estaba allí escondido en mi cabeza. Estoy tejiendo una alfombra roja, no sé cuánto tiempo voy a tardar, creo que mucho. Hay una cosa en el proceso de tejer, que me recuerda de cierta forma el proceso de escribir. Cuando leo lo que escribes muchas veces pienso en eso, que escribes como si tejieras historias y recuerdos. Te mando un abrazo Martín, no dejes de escribir, siempre habrá personas como yo que te leemos.