Desdice
Los días en que no escribo y los días en que intento volver a escribir. Unos días en la ciudad de México midiendo el tiempo. Los bares, la bandera y los lugares donde encontrarse a charlar.
Se me rompió la computadora y no pude escribir más. La mandé a arreglar, me la devolvieron y a los pocos días tuve que mandarla de nuevo porque dejó de andar. Al final eran dos problemas distintos pero me cobraron solo el arreglo de uno. Un gesto gentil que valoré en este tiempo espinoso.
La forma en que se rompió la computadora quedará como un hito, o al menos yo intentaré conservarlo como tal: a Vicente, que está en 4to grado le dieron algo para estudiar, cuando hablamos de eso le pedí que vaya a buscar mi computadora para que veamos un mapa de Argentina con las capitales de las provincias. No le gustó, pero la fue a buscar igual, del enojo la alzó sobre su cabeza aún dentro de un sobre de goma que está todo roto con la mala suerte de que no tenía el elástico que hace que no se salga del sobre. La computadora se deslizó y cayó desde arriba de su cabeza sobre el parqué.
Prendió, pero después empezó a andar mal y terminó muriendo.
Vicente terminó estudiando mirando un mapa en el teléfono y armando, con Caro y su hermana, un mapa de argentina en rompecabezas que tienen desde que son muy chicos.
En el tiempo en que estuvo rota solo anoté algunas cosas que quería escribir en un chat que dice Yo en el whastapp y un día después de recuperar la computadora me tomé un avión para venir a DF. Estoy empezando a escribir esto en el piso del aeropuerto mientras espero que un amigo llegue en avión desde Puerto Vallarta. Mi amigo se llama Calixto, lo conocí por mi primo y hermano Javier, ambos son amigos de Bariloche y como Calixto estudió cocina trabajamos juntos en el inicio de nuestra vida en ese rubro. En ese momento él sabia que quería trabajar en eso y había estudiado, yo no.
El título que tenía este texto en borrador era Nostalgia, una palabra que elegí hace varias semanas ya no recuerdo por qué. Y cuando volví a escribir recordé que ya había uno anterior que se llama así. No quise repetir y me puse a pensar qué escribir. Muchas veces el título me ayuda a saber por dónde empezar, otras lo elijo al final.
Dejar de escribir varias semanas hace que me sea más difícil ahora volver a hacerlo. Este espacio fue una búsqueda de escribir y pelear contra eso: el desgano. La única manera de pelear contra eso es venir acá a tipear aunque no sepa qué escribir, qué contar, qué decir.
Hace unos días hicimos un encuentro para periodistas del mundo del libro para contarles de la convocatoria que hicimos otro año más con la FED para ilustrar el afiche de la feria. Victor, uno de los que hacen la FED recién había llegado de Mexico y en la mesa hablamos de qué había hecho, cómo la había pasado, las cosas que uno habla con alguien que llegó de viaje.
Una de las cosas que dijo es que le había impresionado la amabilidad, y que se había puesto a buscar en el recuerdo porque creía que era algo nuevo, que no había sentido eso en otros viajes a la ciudad de México, o no lo había sentido tanto como esta vez. “Me puse a pensar que tal vez no era que había cambiado mucho, sino que lo que pasó es que acá todo se ha ido puesto más difícil y violento y eso genera el contraste”, dijo más o menos él.
La charla siguió pero me quedó eso dando vueltas hasta ahora que estoy acá y lo que el dijo lo puedo confrontar con mi experiencia. Pero más allá de mi sensación, que como la de él es personal, la idea del deterioro de la amabilidad, la forma de vincularnos, el tono de las conversaciones, lo espinoso de los intercambios me parece una realidad. Algo se rompió mucho ahí, muy de a poco como para que sea necesario buscar un contraste para verlo bien.
En la misma noche de DF fuimos a dos bares, en el primero, que acaba de ser elegido como el mejor de norteamérica por uno de esos rankings que se hacen. Habíamos pedido una reserva, pero cuando llegamos nos dijeron que había llegado el mensaje pero no la habían tomado porque ya estaba lleno. Insistimos y nos dijeron que tal vez podía abrirse un lugar, que esperáramos en el lobby del hotel dentro del que está metido.
Esperamos como 15 minutos con los amigos uruguayos de Flores mientras discutíamos como hacer un encuentro vermutero más grande en Primavera. Nuestras fantasías son de armar algo, construir, compartir, hacer crecer esto que hacemos juntos. La de hacer más viajes y más encuentros. Hablamos mucho de identidad en nuestros vermú y al final está también ahí lo que decimos: en todo lo otro que no es solo una fórmula de hierbas, vino, alcohol y lo demás que hace un vermú.
La misma persona que nos atendió en la entrada y nos anotó en la lista nos vino a buscar para llevarnos hasta el bar. Nos avisó que los turnos eran de 1 hora y media pero que ibamos a poder estar 1 y 15. Nos llevó por unas escaleras hasta una puerta y antes de abrirla nos dijo: esto es como una calle de Nueva York, imagino que debe ser así porque nunca fui, pero eso me dijeron.
Esa misma noche cuando ya volvíamos al departamento donde nos quedamos con Calixto nos metimos en Teclan, un bar que nos habían nombrado y que encontramos de casualidad en el camino de regreso.
El lugar era como una caverna pequeña de barro con toda la gente parada, donde no se veían botellas, ni cristalería. Servían mezcales, tequilas y sotoles y Calixto me contó que la idea del lugar era simular un bar prehispánico.
De una calle de Nueva York al 1500 en esta ciudad ambos lugares eran una escenografía, ambos bares estaban dentro del ranking de 50 best, la forma de ponerse en el mapa de un montón de gente.
En algún momento los bares se empezaron a llenar de ideas, de diseño, de intenciones y empezó a ir mucha gente que iba tras esas ideas, ese diseño, esas intenciones. Al final el bar es lo que pasa ahí adentro y es donde la voluntad planeada de que algo suceda suele perder eficacia.
O no, tal vez es que ya son lugares que están en un tiempo del que no soy parte, o ya solo soy un visitante que pasa por ahí como un intruso que se acerca a tratar de entender algo que me es ajeno.
Elegí un cóctel porque estaba hecho con Mezcal. Me pareció que estaba muy rico. Cuando terminé de escribir todo este envío y lo tenía guardado leí el último envío del newsletter de Francois Monti y a partir de algo que escribió sobre bares de hotel recordó su lista de 10 mejores cócteles del año pasado y ahí estaba el cóctel que yo elegí.
Ni así alcanza. Creo nunca un cóctel por sí mismo puede ser inolvidable. O para Francois sí, porque de eso va su trabajo y de su trabajo tal vez su vida.
Hablé mucho este viaje con Salvador (Banchero), alguien que como yo, disfruta de escuchar. Una de esas charlas fue en el sector de servicios de Barra México, el evento al que fuimos a presentar los vermú que él con sus amigos y socios hacen en Uruguay y los de La Fuerza.
Mientras hablábamos de nuestros países, sus presidentes y no me acuerdo que más vi el camión del ejercito de la foto, me di cuenta que tenían la bandera inmensa que habíamos visto flamear dentro del predio militar donde se hizo el evento. Le dije que vayamos a ver y preguntar y nos pusimos a hacerle preguntas al militar de ropa de fajina que buscaba ir doblando la bandera para que entre en la caja del camión.
Nos contó que la sacan para lavarla, que es muy grande, unos 70 metros pero que en Monterrey hay una más grande, la más grande de México, que tiene unos 80 metros, nos dijo que la tela era muy resistente y que esta la habían sacado e iban a poner otra. Todo esto, de manera muy amable, sin nunda dejar de hacer su tarea.
Para los dos fue la posibilidad de saber esas cosas, contadas por alguien que las conoce porque es parte de ellas. Para nosotros fue querer saber, preguntar, salirse de un lugar al que habíamos ido para buscar otras cosas, creer que de todo este viaje lo más importante eran estas cosas, conocerse más, pelotudeces así, saber de qué manera nos gusta compartir los lugares y el tiempo y llevarnos cosas que no fuimos a buscar.
Este cartel estaba en una plaza, creo que en el barrio Roma o Condesa, y había varios, en distintos lugares de la misma. Eran como máximas que decían qué estaba bien y qué estaba mal hacer en la plaza. Me gustó este que señala los hechos que desdicen la cultura y urbanidad de cualquier persona.
Me gustó que usa la palabra desdecir, que suponga que hay algo dicho que se desdice y que hacer es decir. Y que somos todas esas cosas que hacemos. Y que si de dice y se desdice se puede buscar volver a decir, como un relato que siempre se está escribiendo, que no se borra, no se tapa, no se oculta, solo de dice y se desdice.
Antes de irme de Buenos Aires fui a averiguar para comprarme una lapicera que me regaló un amigo y no encuentro hace rato. No la uso para escribir lo que llega acá pero si todo lo que hago todos los días que al final llega acá de alguna manera. Antes de irme, Calixto me dijo que me quería regalar su lapicera más preciada y me dio una Parker antigua que guardaba en un estuche de cuero. Lo voy a tomar como lo que es: un mensaje.
Mientras escribía esto en el mismo aeropuerto donde lo empecé a escribir pero ahora partiendo de regreso a Buenos Aires me escribió mi amigo Willy, que también escribe, para preguntarme si seguía mandando lo de los domingos. Este viaje me ayudó a volver a escribir, también a mostrarme que escribir es ponerse a escribir, no esperar que algo suceda.
Gracias por leer
Por mas viajes, aventuras y escribir...Espero verte pronto en persona o a través de tu escritos.
🫶🏻