Dejar
Escribir y dejar de escribir, esa sensación. La promesa, la expectativa y las cosas. Cómo contar lo que hacemos, la rutina y alguna forma de salir. Ser feliz.
Dejé de escribir y mandar esto por unas semanas. Y todo ese tiempo en algún momento estuve pensando en por qué lo había dejado de hacer y lo que me hacía eso. Lo que me hace lo se: mal. Por qué lo había hecho se me ocurrieron muchas cosas, todas son ciertas, ninguna sirve para lo que debería servir.
Escribo acá hace bastante porque me hace bien y cuando dejo de hacerlo eso se pone en pausa. No es algo definitivo ni tremendo, pero es algo real, tangible, preciso. Algo que me atañe a mí solo, aunque después eso sea como un aura contaminante a lo que me rodea.
Escribir es un gran parte para mí encontrar el momento en que hacerlo. Por eso es importante también, cuando no lo hago es porque no encuentro el tiempo. En este momento estoy en el almacén que supo hacer dentro de La Fuerza, estuve sentado acá horas, pasé por mil temas y ahora entra el sol por la ventana a mi espalda y me tomo un vaso de soda con hielo. En 5 minutos abre el bar, tengo un humor de mierda pero escribo y se me va pasando.
Se va, se evapora, se hace difuso con cada palabra que escribo. No resuelvo nada pero mi cuerpo aún no lo sabe. Esa sensación liviana, vaporosa, eficaz.
El otro día encontré el cartel de la foto en el vidrio de un Banco cerrado por reformas. Pensé en la persona que escribió el papel, salió de su casa con el cartel y una cinta adhesiva que tuvo que buscar en algún cajón, fue hasta el lugar y lo pegó. Seguro también se sintió mejor.
Hicimos una sidra con vermú con Pulku y acá junto a Mariana contamos como fue todo. Lo que quedó afuera es que cuando la idea ya era un plan y estaba en camino empecé a recordar cosas que me pasaban con la sidra. O que me habían pasado. Algunas que recordaba, como la historia de mi abuelo llevando botellas de Sidra Real a Aruba de contrabando en los 60, otras que había olvidado, como que mi abuela Pompón, siempre prefirió la sidra dulce al champán.
Pensar el pasado como explicación de lo que uno hace es real, preciso y eficaz. Aunque pueda no ser verdadero.
Todo esto es una anécdota. Me gusta como hacer algo trae recuerdos. Es más como que prende luces en un cuarto oscuro. En esto de la sidra también me sirvió pensar la idea de la promesa. Hoy le expliqué esto a un periodista al que le di unas botellas porque quería hablar de esto en la radio. Si decís que es una sidra con vermú, la promesa es que sientas la sidra y también el vermú. En ese orden. Hasta la etiqueta la diseñamos en ese orden.
Promesa y expectativa, de eso están hechas muchas cosas. De lo que nos dicen que quieren hacernos sentir y de lo que al final cumplen o no.
Hace unos días conocí a los que llevan adelante Juguetes Perdidos y después de llevarnos a conocer sus plantas de producción y contarnos como hacen lo que hacen nos invitaron a comer a Copetin Fiat. Nos recomendaron probar este sanguchito de jamón crudo, queso y dulce de batata. No me acuerdo cuál era pero había una historia que explicaba este sanguche.
Un sanguche que trabaja sobre la promesa y la expectativa. Un sanguche que está hecho de eso, que es todo eso.
Después de charlar un rato largo y que nos cuenten cómo hacían las cervezas le pregunté a Semilla como explica las cervezas que hacen. Cómo el dice a alguien qué es lo que hacen.
Me dijo que hacían cervezas extremas y después me dijo algo que me pareció más interesante: hago cervezas que le tienen que gustar a mi mamá. “Después viene toda la explicación de cómo son y cómo las hacemos, pero le tienen que gustar a mi mamá, que tengan buena tomabilidad”.
Me gusta escuchar cómo las personas que hacen cosas explican qué es lo que hacen.
En la semana después del balotaje fui con mi mamá a conocer el edificio donde funciona el Archivo General de la Nación. Me había encontrado con un pibe que labura ahí en el campo de deportes donde Vicente jugó su campeonato de futbol, me acordé lo que me gustaba ir a ese lugar, lo importante que fue y que nunca había ido al nuevo edificio.
En su momento le conté del lugar a mi mamá, que desde hace años además de su trabajo profesional aprende y se dedica a la fotografía y ha publicado algunos libros como este con sus fotos, sus investigaciones y también sus textos.
En el AGN estaban armando la despedida del director del lugar que había renunciado frente al cambio de gobierno. Muchos esperaban si les llegaba alguna noticia sobre su trabajo futuro.
Nos mostraron el lugar y buscamos fotos en el sistema. No estuvimos mucho tiempo y no encontramos algo que nos interese, pero fue un momento de esos en que estas a la vez ajeno al tiempo, a la rutina, y que te acercan a una dimensión muy concreta de lo que está pasando.
Desde hace un tiempo leo el newsletter de Imanol Subiela, a quien no conozco personalmente. Siempre aparece en el tema de las fotos. Sacarlas y revelarlas. Ese acto, la espera y la revelación. La expectativa sobre una promesa difusa.
Hace unos días, parte de las semanas en que dejé de escribir acá leí esto:
En un momento del show dijo que, tal vez, si hacemos algo todo los días que nos guste o nos haga un poquito feliz todo va a ser más fácil de llevar. Me gustó la idea. Me hizo acordar a algo que yo hacía hace unos años, siguiendo un método que inventé y que se llamaba: pequeños movimientos para ser feliz
Un poco eso me ayudó a volver a escribir acá. Y a pensar en hacerlo más y pasar a venir más seguido y compartir algo todas las semanas. Espero poder, espero llegar, espero que no sea ni poder ni llegar, sino una forma de sentirme mejor, de estar mejor, de ser más lo que me gusta ser.
Gracias por leer.
Gracias♥️