Simpatía
Casi, esa tensión, esa belleza. Los viajes sin tiempo y la fuerza de hacer algo todos los días. El camino de sirga y la libertad.
En varios de estos envíos puse fotos o textos que encontré en Facebook. Como no uso Facebook iba cuando me aparecía justamente en el mail una notificación de un recuerdo ahí. Después dejaron de aparecer y fui a ver si aún estaban. Están, pero ocultos.
Una de las veces que fui a averiguar como funcionaba esa memoria encontré un posteo mío que era solo una línea, sin foto, video ni nada. Decía: “Simpatia É Quase Amor, el bloco con el mejor nombre del mundo”.
Recordé ese bloco, el carnaval y estas fotos que hice una de las veces que fui al carnaval de Rio. Con el recuerdo me hizo pensar en la simpatía. ¿Qué es la simpatía? ¿Un sentimiento? ¿Es una característica del carácter de algunas personas? ¿Es algo de una persona o del vínculo? Es algo que no tiene mucho prestigio, ¿no? o es como de un rango menor, algo más banal.
En el nombre de este bloco tal vez por el “casi amor” que la pone como en un lugar menor frente al sentimiento que sí tiene poder, prestigio, literatura y un montón de cosas más. Es como un palacio el amor, un totem. Ahora se dice mucho más amor, los jugadores de la selección se decían te amo en los posteos, entre ellos. Vicente y Aurora dicen amo cuando algo les gusta.
Tal vez el amor entró en otra era.
Pero esto no pasa en el nombre de este bloco. El amor ahí es lo que fue siempre y el casi ubica a la simpatía, como buscando llegar a algo superior. Dar ese salto, cubrir esa distancia.
El casi es poderoso, bello, sutil. Algo que está pero no, que puede ser, que está ahí en el umbral, en la cornisa. esa tensión, esa voluptuosidad.
Simpatía, casi, amor.
Le conté Franco, amigo mío desde los 6 años, del hallazgo en la memoria de este bloco. Recordamos el carnaval que pasamos juntos en Rio y empezamos a reconstruir cómo fue que volvimos ese verano.
Creo que no usamos un pasaje de vuelta porque no queríamos volver y sacamos más adelante uno a Porto Alegre, de ahí un bus al Chuy y ahí creo que pasamos la frontera caminando, antes de que cierre la frontera y paramos un micro en la ruta que nos dejó en La Pedrera.
No se por qué volvimos así. Pero entre los dos recordamos algunas cosas que había olvidado: al cruce de la frontera cuando estaba por cerrar, la sensación de irse de viaje sin saber cuando y para qué íbamos a volver, que nos dimos cuenta que teníamos plata brasilera y argentina pero no uruguaya justo en la frontera, la parsimonia y la luz tenue al llega a la pedrera, la diferencia radical entre Brasil y Uruguay.
La memoria perdida, alumbrada en pedazos.
Los amigos te permiten ayudar a recordar, tener una memoria compartida y volver a las cosas y los lugares. También ver la geografía que uno mantiene en la memoria y qué es lo que, anda a saber por qué, uno hundió en el olvido.
Esta foto es de la casa que tiene mi mamá y su marido, Ernesto, en el Delta. Sobre el Antequera, a unos 100 metros del Paraná. En la mesa algo de lo que quedó del año: la copa del mundo y una botella de La Fuerza Sideral. Los que vienen caminando son Esteban y su hija Lucia, el que está sentado de espaldas es Ernesto.
Ernesto tiene más de 80 años, escucha poco y no para nunca. Es veterinario, docente, inventor, un tipo al que quiero y admiro. Uno de los días que estuvimos en Don Camilo (así se llama la casa) se cortó la luz. Ernesto dijo que iba a buscar nafta para el generador y mi mamá le dijo que no vaya, que era peligroso bajar a la lancha, cargar eso, volver con el bidón, que no lo haga solo.
Al rato lo vi volver con todo. Le fui a decir que había ido igual, me miró y me dijo: ya se lo que dijo tu mamá, pero sabes una cosa, si yo no hago estas cosas todos los días me muero.
Estos son Esteban y Julieta. Él, junto con Franco, son de mis mejores amigos y los que conozco desde hace más tiempo. A Esteban desde el día que nací, porque nuestras madres eran mejores amigas. Nos llevamos unos meses.
Esteban vive en el Delta con su familia, y en la parte de atrás del terreno de la casa familiar a la que fuimos mil veces juntos está construyendo una casa de barro. En una de las paredes de la cocina está poniendo entre el barro botellas vacías de La Fuerza. Él es de los que hacen ese tipo de gestos de amor. Meter en su casa algo mío. Yo lo invité a tocar con su banda de tango formada por todos músicos que viven en el Delta. Nos vemos poco pero hilvanamos nuestro amor en estas cosas.
Me contó de que solo va una vez por semana al continente a dar clases de música, que dejó los otros días porque le tomaba como 3 horas de ida y vuelta, que la lancha colectiva casi no entra al arroyo en que viven y que están viendo como hacer para poder usar el camino de sirga que une su terreno con la boca del arroyo.
Legalmente todos pueden circular por la costa del arroyo para llegar a la boca y así serviría que las lanchas que pasan por el Capitan los dejen o levanten ahí y poder tener una mayor frecuencia de viajes posibles. En el camino deberían construir algún puente y limpiar maleza, pero ese no sería el problema, me dijo Esteban.
El tema es que en el terreno de la boca del arroyo no hay muelle, entonces o debería construirse un muelle público o esperar que el dueño lo haga. El dueño ni va a la isla y no le interesa hacerlo y el muelle público no va a suceder.
La única opción es hacer un muelle sin pedir permiso, me dijo. Y así poder estar más y mejor comunicados. También eso podría hacer que mucha gente circule entre los terrenos por el camino de sirga y algunos de los que viven ahí no quieren eso.
Empecé un libro que se llama La Metafísica del aperitivo. Me lo regalaron 2 personas con diferencia de una semana. Aunque uno nunca me llegó, no sé el de quien. Una de esas personas cuando me dijo que me lo iba a mandar me dijo que a ella le habían llegado dos por error.
En las primeras páginas cita a Pessoa con esta frase que anoté para traer acá: la libertad es la posibilidad de aislarse.
Eso también es parte de lo del camino de sirga. Aunque sea solo en el espacio que bordea el río, ya no te deja tan solo. Irse a vivir al delta, que la lancha pase mucho, poco o nada, hacer o no un muelle para estar mejor comunicado, hacer un camino o dejar crecer la maleza, construir un puente o dejar el río abra la tierra.
Al final el tema es también esa libertad. La misma de hacer algo sin pedir permiso, pero de otra manera.
Gracias por leer. Este fue otro envío de contar cosas que pasan, recuerdos que aparecen y las ideas que vienen con eso.