Montevideo
Los taxis, la extinción. La memoria del vino. Los recuerdos, un poema, mi mamá y mi papá. Un par de canciones de acá.
A las 5 y media de la mañana paro un taxi en la esquina de casa, podía pedir un cabify pero me gustó la idea de bajar y parar a uno que pase a esa hora. Están en extinción los taxis en Buenos Aires, así que es parte de un ejercicio que se va acabando. Los taxis, los que andan a la noche, esos conductores, una dinastía entera que un día no va a estar más.
Le digo que voy a Buquebus, me pregunta si conozco Uruguay, le contesto que sí y no mucho más. Estoy contento de ir, porque voy por La Fuerza y porque quiero mucho a Uruguay. Pero no quiero hablar. Él sí. Entonces le pregunto si conoce Uruguay. Me cuenta que es uruguayo, que en realidad su papá era de ahí, que tuvo una cadena de ópticas, que lo secuestraron los tupamaros en el 73. Y comienza a hablar de su historia.
No me acuerdo bien todo lo que contó en los 10 minutos que duró el viaje pero eso explicaba por que él nació en Buenos Aires. Cuando fue que su papá y su mamá se separaron y como su padre termino viviendo en la cava. ¿Sabes donde es la Cava? sí, le dije. Dije algunas cosas más para que él supiera que lo estaba escuchando, algo que estaba haciendo, mientras pensaba en él, su vida, su forma de recordar y sus ganas de hablar.
En eso que era parte de su vida, de eso que quería hablar con alguien o decir frente a alguien que lo escuche, que no es lo mismo y tampoco es igual.
Me acordé que empecé a tomar vino en Uruguay. Fue en el bar Montevideo al Sur, frente a este artefacto que está en la foto, un sistema para servir vino desde una damajuana. Joaquin, el dueño, me estaba mostrando su bar mientras me contaba cómo lo había recuperado y lo que significaba para él ese lugar.
Esa era su historia pero yo me quedé escondido en la mía, en la del vino. Fue en Uruguay, en la costa de Rocha y yo tendría 17 años y estaba de vacaciones con mi primo Manuel y varias personas más de su mundo.
El recuerdo vino a la rastra de este artefacto, porque siempre lo tuve presente y quise encontrar uno, para usar en algún bar, para encontrarlo antes en uno que no fuera mío cuando andaba mucho en bares ajenos.
El recuerdo volvió como vuelven las redes del mar, con todo lo que está cerca de lo que queremos encontrar, llena de errores. Las ganas de que ese vino me abra a algo que no conocía, las ganas de ser parte de algo, también su nombre, Moizo, la información precisa que no agrega ni sirve para nada.
Uruguay me arrastra a la memoria de mi papá, de las canciones de Jaime sonando alrededor suyo, de gestos de él enamorado, de esas palabras, sosteniendo en sus labios el peso de las que hacía propias.
Mi papá amaba lugares a los que podía viajar de vez en cuando. Amaba lo que él era en esos lugares y cuando una canción lo llevaba ahí por un rato.
Yo a veces recuerdo como recordaba mi papá.
Le saqué una foto a esta pared sin llegar a leer ni la segunda línea porque me quedé recitándola, de memoria. La supe saber y la puedo decir de memoria casi toda. Creo que la aprendí para poder decirla en algún momento. No se para qué.
Mientras caminaba y pensaba en eso recordé a mi mamá diciéndola y el peso que le ponía a algunas palabras y le mandé la foto. Hablamos del recuerdo, yo de este lado del río, ella del otro. Mi recuerdo y su recuerdo. Para mí era ella en el no te quedes inmóvil y no quieras con desgano. Eran los años en que se estaba separando de mi papá.
En su recuerdo era cuando ella estaba descubriendo personas, una vida que nunca había conocido después de años en que todo parecía uniformado. ¿La había aprendido de memoria solo o la había aprendido de escucharla a ella? Creo que no recordar eso era donde estaba yo en ese momento. Un lugar sin fronteras.
Mi mamá recuerda contando una historia.
Yo a veces cuento como recuerda mi mamá.
Joaquin, el que me invitó a conocer dos de sus bares, Montevideo al Sur y Paysandú me habló de su inspiración en Los Galgos y también de como se enamoró de la cultura de bares de Irlanda. Que ahí entendió otra manera de pensar y querer un bar. La distancia a veces hace eso, ayuda a ver y sentir. Hacer es otra cosa, sirve buscar y encontrar un lugar donde uno quiera sentir.
Me contó de bares como lugares para todas las personas, de la edad que sean, para refugiarse y compartir. Hechos de eso que la gente hace con ellos.
Una vez un irlandés que trabajaba llevando el micrófono de ambiente en los torneos internacionales de Golf del PGA me contó, medio escabiado, en la vereda de La Fuerza que un bar no era lo que servía, la idea, el tema o cualquier cosa de eso: era si la gente que estaba en el bar haciendo el servicio transmitía algo.
Yo soy irlandes, me dijo, y de lo que sabemos los irlandeses es de bares, y un bar es si hay algo ahí y eso se siente.
Joaquín también me habló de como fue pensando la dinámica en que los bares y los barrios, como estos tienen vidas, ciclos, se prenden y se apagan. Para él influían los tiempos que marcan los contratos de alquiler de 5 años más 2. Me gustó la observación porque mostraba como algo técnico, administrativo, puede marcar el ritmo y determinar la muerte de un lugar.
También me habló de los bares que le gustaría tener y como va a conocerlos de incógnito, buscando saber en qué momento de la caída o el derrumbe están los bares que se vienen apagando de a poco.
Como un secreto me contó que el bar se llamaba Montevideo Sur y que él le agrego el AL, para señalar de otra manera el lugar donde estaba, en el barrio Sur, pero también al sur. Tal vez al sur del lugar donde aprendió de los bares.
Esa noche, cuando fui a encontrarlo en el bar, me encontré caminando por la calle Durazno y fui viendo si me cruzaba con Convención, mientras trataba de recordar la letra de la canción de Jaime Roos. Me gusta como la poesía de Jaime Roos me detalle los lugares como si fuera caminando y fueran apareciendo en el camino.
Como si ese caminar y ese camino fueran siempre en el recuerdo.
Joaquin me contó que ese día, cuando me fui del Bar Paysandú entró Fernando Cabrera. Me fui a buscar canciones suyas y me encontré volviendo a esta. A su poesía que parece sentarse en el mostrador del mismo bar que la de Jaime Roos pero hace otra cosa con el recuerdo: lo saca de un paisaje y lo hunde en una intimidad.
Gracias por leer
gracias Auz