Galgos
Lo que se recuerda y lo que pasa. Las cosas que cambian al lado de las que no. Cómo se empieza a hacer un bar.
Hace unos días estaba llevando a Aurora al jardín. Es una caminata por Recoleta que intento hacer por distintos caminos y en la que siempre tardo más o menos 20 minutos. Con Aurora muchas veces hago el trayecto en bondi, porque no le gusta caminar tanto.
La supe hacer con Vicente varios años, él siempre caminó. Creo que porque se lo conté de una manera en que vio que estaba bueno. También porque le gusta caminar. O yo salí a caminar con él siempre contándole lo bueno y lindo que era eso, lo que yo lo disfrutaba, lo mejor que era a ir a un lugar así.
En ese camino pasamos por una verdulería y Aurora agarró unos alcauciles, exhibidos en la vereda con otros productos de estación, levantó uno y me dijo: Los Galgos. Le pregunté por qué, ya suponiendo que era por el bar. El bar papá, me dijo. Le pedí que lo hiciera de nuevo para poder mostrarle eso en un video a Julian, mi amigo y el que junto a Florencia, su compañera, son los dueños de Los Galgos.
Que pelotudo, pienso ahora, hacer repetir algo que ya era lo que era, solo para tener un registro más allá de mi memoria. Igual acá no quería escribir sobre estas pelotudeces, sino sobre la asociación que hizo Aurora.
Le pregunté a Aurora recién, varios días después de esto que conté acá y me dijo que se acordó porque íbamos a Los Galgos y comprábamos alcauciles. Creo que una vez lo hicimos pero ella recordó esa vez.
En pandemia Los Galgos vendió cada temporada alcauciles, un poco por la vocación de Julian por promover productores, un poco para vender algo con el bar cerrado, un poco por sobrevivir, un poco porque hacer algo es lo que te ayuda a seguir.
Parece que fue hace mil años, pero en un momento de la pandemia, con los bares cerrados, entre reuniones donde pensábamos qué íbamos a hacer con los bares pasé un día en uno con la gente que iba con barbijo y distancia a hacer algo, un poco cualquier cosa, cosas distintas a las que venían haciendo, y me di cuenta lo desarticulante que puede ser no poder hacer lo que sabes hacer, o lo que venías haciendo, lo que era tu forma de hacer al menos en las horas de trabajo.
Que ese trabajo no exista más.
También en gastronomía esto hizo que mucha gente que salió a hacer otras cosas, encontró otra forma de hacer, le gustó, vio mejor lo que hacía, decidió cambiar, difícil saber bien qué pasó pero mucha no volvió.
Julian hizo algo con los alcauciles, con los productores, con el bar cerrado, con la incertidumbre y algo de eso es lo que terminó en la memoria de Aurora.
Nunca sabemos qué vamos a recordar cuando las cosas suceden. Cuando recordamos ya fueron y ahí, vuelven a ser o mostrar lo que fueron. A veces lo que aún son.
Cuando le pregunto a Vicente cuál es su bar preferido siempre me dice Los Galgos. Le expliqué que no es uno de mis bares, esos son Roma y La Fuerza. Como si tuviera que importarle. Voy con él desde que era bebe. Cuando regalaban fruta y empezaba a comer le daba una banana mientras yo tomaba otra cosa.
Fuimos muchas veces, los dos solos, con Aurora los 3, en pandemia, antes y después. Fuimos los 4 también, varias veces, como en la foto, con Aurora muy bebe. Es raro ir mucho, durante un tiempo a un bar. Ver como la vida va cambiando, como el bar no tanto. El tiempo lo ves ahí, cuando algo se mueve y lo otro no tanto.
Un bar como Los Galgos para mí es un lugar al que vas llenando de cosas, de recuerdos, de lo que haces, de cosas que sentís. Desde que soy papá veo también como vas llenando a ellos con eso. En los lugares que elegís, con las personas que elegís.
Un poder absoluto que tenemos por unos años, para hacer de todo eso algo, un paisaje, un ritual, memoria, ganas de caminar por sobre otras cosas, también poder elegir por sobre lo que uno prefiere.
Los últimos 2 años con mi viejo iba a hacerse el tratamiento contra el cáncer en un lugar que estaba cerca de Los Galgos. Varias veces nos juntamos a almorzar antes de eso, después lo acompañaba hasta la puerta. A veces un poco antes porque me pedía llegar solo. No se si era pudor o qué.
Los dos sabíamos que no tenía cura y eso le dio un cariz a cada encuentro. Esos encuentros empezaron cuando Vicente estaba en la panza de Caro y terminaron cuando ya había nacido Aurora.
De esos días son algunas de las últimas conversaciones que recuerdo con él. No hablamos de nada especial. A veces no teníamos mucho de que hablar y no hablábamos, pero pasaban cosas nomás ahí y comentábamos eso. Nos tomamos algún vermú juntos, antes de La Fuerza, porque se murió unos meses antes de que tuviéramos el vermú listo.
A mi viejo le gustaban los bares viejos, fui a varios de campo con él y un par a uno especial, El Recreo, donde filmamos la preparación de un trago para un seminario que fuimos a hacer con Julian y Carlo Contini a Tales of the Cocktail en Nueva Orleans. Creo que perdí ese video. En su momento fue llevar algo de mi papá lejos, para que mucha gente lo viera porque para mí había algo de verdad ahí.
En ese bar me contaron que los vasitos cónicos en que se servía ginebra le decían vasos robados o algo así porque se los afanaban de los barcos. Y que tenían un “culo” pesado justamente por eso, porque eran para no caerse con el movimiento de los barcos. No se si es verdad.
Mucho antes de eso mi viejo los juntaba y siempre hubo de esos en casa. Guardo algunos. Tengo varias cosas que eran de mi viejo pero creo que solo uso una, un llavero de cuero. Anoche mientras escribía esto me puse a buscar música y escuché esa de Intoxicados que dice “Pero lo que más me gusta / Son las cosas que no se tocan” y le escribí a mi primo Javier diciendo que eso era poesía. La memoria tiene mucho de estas cosas que no se tocan.
Mi viejo no llegó ni a probar La Fuerza ni a conocer el bar, tampoco a Roma, un lugar que creo le hubiera gustado especialmente. En Roma hay una botella de Monte Cudine que me regaló el Pampa Cura, dueño de El Recreo y el que está con mi viejo en esa foto. Alguna vez leí que ese fue el primer vermú italiano que llegó a Argentina.
Cuando estábamos buscando la fórmula de La Fuerza viajábamos de vez en cuando a Mendoza a trabajar, hacer pruebas, otras veces nos juntábamos en 878 o Los Galgos a probar. Esta foto es de la prueba de la primera botella, que descartamos a los meses de salir porque era importada e iba a ser difícil sostenerla en el tiempo.
Cuando busco en mis fotos Los Galgos me aparecen un montón, un hilo de cosas que pasaron ahí. Las primeras no están porque no había aún memoria articulada entre mi teléfono y android. Fui a Los Galgos alguna vez cuando estaban los dueños originales, o los que estuvieron antes de Julian pero eso está perdido en mi registro.
Después de eso en algún momento con Julian hablamos de tener un bar, en verdad el me jodía con si quería tener uno y yo le decía que no. Pero también le preguntaba como se empezaba a tener un bar. Una de esas veces me dijo que cuando viera un local lindo cerrado o en alquiler anotara el teléfono y llamara. Que así empezaba.
Una vez pasé con un bondi por la puerta, lo vi cerrado y pensé en decirle a Julian. No le dije, pero a las semanas pasé de nuevo y aún estaba cerrado. Me fui a tomar el café que iba a tomar ahí a Mar azul y le saqué charla al mozo hasta llegar a preguntarle por Los Galgos. Me dijo que estaba cerrando hace varias semanas, que siempre cerraba en esa época del año pero no tanto tiempo y que había visto que alguien se llevaba cosas.
Le conté a Julian eso y él hizo lo que me dijo que había que hacer: conseguir un teléfono y llamar. Esa vez creo que era la primera que lo acompañaba a mi viejo al médico.
Esta semana, o la anterior, Caro me dijo que yo voy escribiendo todo. En ese momento me pareció exagerado, pero de alguna manera es así, acá ahora, también en otros lugares, antes en muchos más, voy contando cosas, la vida.
Cuando abrí este espacio quería que no fuera solo eso, pero a veces es solo eso. Por algo que pasa, cuento lo que hay ahí creyendo que es solo la punta del hilo de un montón de cosas.
O al menos así lo pienso yo porque así me gusta pensarlo.
Gracias por leer.