Hoy estaba hablando con Kevin, el vendedor de la distribuidora que llega acá yendo en auto, con él y Agustín cuando en un momento dijo “at the end of the day” y algo más. No importa tanto lo que agregó porque esas 6 palabras puestas así, de una manera que es muy común acá, que se escucha en diferentes conversaciones, es genial. Una frase que es un remate pero no lo es. Al final del día. Al final del día lo que importa. Al final del día lo que queres. Al final del día lo que hiciste.
Más tarde me encontré con el camión de la foto y me gustó que lo leí y me puso en una situación. Cuando te das cuenta que ahora sos el adulto en el lugar donde estas. Esta todo ahí, el realize y el now son lo más importante. Porque es el ahí y ahora, y es algo que sucede, no que elegís. Es darse cuenta de repente. Podría ser cuando descubrís, pero no, no es algo a lo que llegas, e s más algo que te toma por sorpresa.
No se de qué se reían porque aunque estaba cerca, en el lugar del que está sacada esta foto, estaba metido en otras cosas. En la burbuja frágil en que estas en la barra de un bar. El que se ríe detrás de la barra es Jeremy el dueño del lugar. Cuando lo conocimos, a la mañana temprano, estaba solo en su bar y su hijo lo miraba desde un corralito puesto en el fondo.
Nos contó de los años que llevaba en el bar, de Aussi, el niño, de lo que íbamos a hacer esa noche y cuando le preguntamos como había pasado la pandemia hizo un silencio. “Para mí fue buena, porque me obligó a parar, algo que no hacía desde hacía 7 años, y a ordenar como hacía las cosas acá”.
Parecía disculparse mientras lo contaba.
Uno de los bares que fuimos en Louisville se llama Darlings. Le señalé un vino que tenía en la heladera al dueño y me dijo que era un Torrontes fresco, rico y barato. Le pedí verlo y le hice esta foto. Me hizo pensar en el nombre, en que estaba mal o al menos arrastraba una forma de nombrar, de decir, que pudo ser jocosa y ahora tenía otro sentido. Cuando compartí esta foto con un amigo pensé que peor era linda loca. Loca linda, linda loca. Mal y peor en el poder de las palabras.
Fue un día con muchas cosas. Vistamos tiendas, bares, conocimos gente, comimos rico, nos encontramos con otro argentino y todo el día estuve pensando en que no me iba a ir de Louisville sin tomar un Bourbon. Acá empieza el bourbon trail y hacia el sur están la mayoría de las destilerías.
Hace 13 años vine a Jack Daniels y de ahí a San Francisco. Pasé de conocer la empresa que hacía básicamente 3 whiskys distintos bastante parecidos a encontrar en San Francisco tiendas donde aparecían etiquetas nuevas, contando artesanalidad y diferencias, origen, protagonistas, lugares.
En este tiempo eso que empezaba explotó y hoy hay miles de whiskies hechos acá. Me quiero llevar uno, le dije a una mujer en una tienda gigante, pero no sabría como elegir. Ella trabajaba ahí y era la que compraba. Había probado los cuatro vermú y de Primavera dijo: that´s a Unicorn. La primera vez que escuché la palabra fuera de las historias de miles de millones o de boca de Aurora. No me respondió nada sobre mi búsqueda de un Bourbon así que me fui sin nada, sin saber elegir.
Cuando volvimos al hotel en el auto con uno de los vendedores de acá, Agustín y Lizzy nos mostró un hotel antiguo que, dijo, supo tener el mejor restaurante de Estados Unidos y tenía el bar más viejo de la ciudad. En la puerta del hotel todos se fueron a dormir y yo me fui caminando a tomar un Bourbon antes de dormir, antes de dejar la ciudad.
Pensé en encontrar un lugar imponente y era un bar gastado, donde nada parecía antiguo, sin mucha gracia. Igual me senté en la barra donde encontré un código QR y una tele prendida donde había luchas de robots donde ganaba el que destruía al otro. Esperé que la bartender se de cuenta que estaba ahí, algo que hizo rápido, aún con la barra llena de gente. Cuando se acercó, le dije que no podía acceder al QR y si tenía una carta.
Me trajo una carpeta barata con folios y una lista extensa de bourbons. Páginas y páginas. Cuando se acercó le pedí que elija por mí, que no quería nada Reserve (los había visto en la primera página, todos más de 50 dólares), que solo era tomarme un Bourbon antes de irme a dormir y no irme de esta ciudad sin eso. Ok! dijo, y se fue hasta la otra punta de la barra. De vuelta me trajo un vaso con hielo y otro con el Bourbon servido, y dejó la botella sobre la barra a mi alcance.
“Es un Bourbon tradicional de acá, muy rico, bien hecho y que me gusta mucho porque además es accesible, eso es lo que más me gusta”, dijo, más o menos algo así y sonrió.
Me lo tomé repasando el día, el encuentro con distintas personas, las paradas en los bares. Me di cuenta que me había sentado en cada una de las barras, en unas a hablar del vermú que hacemos y cómo lo hacemos sentado en una banqueta de madera. A escuchar qué decían de cada uno.
En otra me paré enfrente antes de irme y les agradecí por usar La Fuerza, que para nosotros era muy importante, que estábamos agradecidos, felices y orgullosos de al menos tener un cóctel ahí. Creo que hasta hice una pequeña reverencia.
En otra vi reír y hacer reír al dueño y lo guardé para siempre en una foto. En otra pasé atrás y serví vermú a cada persona que vino y mi cuerpo recordó esa sensación y la distancia. En otra probé un cóctel con una flor de hibiscus caramelizada, en otra pude encontrar al final del día el Bourbon que quería solo contando lo que quería y para qué lo quería.