Crueldad
Las pizzerías que me hicieron mal. La crueldad, esa humedad. Vicente, el fútbol y las tacticas para ver como encarar el juego. El Kaizen.
Una vez hablé con uno de los encargados de El Cuartito, ahí en la barra que está ni bien entras, le fui preguntando cosas y algunas me contestó, mientras seguía trabajando. Me contó que Maradona pedía porciones de napolitana con Moscato y Coppola tomaba champán. Solo eso recuerdo. Después de esa vez volví para pedir hacer unas fotos y me echaron, me trataron mal y por un tiempo no volví más.
Decidí igual no quedarme enojado con el lugar, la mencionamos en el libro Nuestra Pizza que hicimos con Joaquín Hidalgo, para el que eran las respuestas a mis preguntas y las fotos, y después de un tiempo volví, un par de veces. La última vez fue este año y comí mal y me atendieron peor. Y estaba llena de gente y había muchas personas esperando. Saqué esta foto, por Sandro por Gardel y por Troilo. Sandro me lleva a Caro, Gardel a Roma del Abasto y Troilo a otro bar, que estaba donde hoy está el Banchero de Corrientes y Talcahuano:
Banchero fue La Rey, una confitería histórica donde trabajó un barman con quien volví para escucharlo las historias del lugar. Cuando estábamos ahí me contó que era la primera vez que volvía desde que había dejado de trabajar ahí. Había sido hacía más de 40 años. Una de ellas era con Troilo tocando en el primer piso.
En Banchero también me echaron y maltrataron, no a mí, sino a todos los que organizamos y participaron de una de las ediciones de la maratón de la pizza cuando decidieron bajarse del evento el mismo día en que se hizo. La gente pasaba por la puerta y los puteaba. Creo que muchos recuerdan eso y quedaron desilusionados, heridos y enojados. Yo lo recuerdo pero decidí no quedarme enojado. Volví muchas veces, pero siempre al Banchero de La Boca. La idea de la Maratón de la Pizza había nacido en el mostrador de Banchero de Talcahuano y Corrientes, en una charla con mi amigo Franco.
Me cuesta pensar que pienso sobre las cosas que están pasando en nuestro país este año. Como si las cosas que pasan fuera algo concreto, que se pudiera poner en una lista. Que yo pudiera. Mí día a día está amañado a la rutina de ir poniendo cosas a hacer en un anotador para tacharlas y volver a poner otras todo el tiempo. La ilusión de que escribiéndolas uno empezara a hacerlas.
En los hechos, en las cosas que pasan, en todo eso que es un enjambre de títulos y noticias está también algo que se va armando, que va tomando forma, que se va colando, que pasa de un estado a otro. No como un evento climático, como una tormenta que se ve en el horizonte, por venir, sino como la humedad, que cuando la vez ya está, no hay solución, se cagó la pared. Que tal vez al principio solo es un perfume que te pone en alerta.
Mi amigo Franco me regaló un libro de entrevistas con Serrano de los Decadentes. En los primeros capítulos habla mucho de sus padres, de cómo eran, y habla de política, porque en Argentina siempre hablamos de política como puntos cardinales que orientan para donde hacen las personas.
Me quedé con esto que dice en el recorte que puse acá arriba de que “eran buena gente. Pero en verdad era eso, que no eran crueles” y agrega lo de “Al que es más débil que vos hay que ayudarlo. No burlarse de él”. Me sirvió para ver y leer en palabras algo sobre lo que siento que pasa, parece una estupidez pero me pareció demoledor. La crueldad, no como un trompada, como un insulto, no con la violencia que hay ahí, sino como la humedad. Como un perfume, como un rasgo que se va apoderando del clima, que lo va dominando todo.
Cuando era chico Vicente no le gustaba mucho jugar al futbol, pero entre jugar con sus primos y los amigos del colegio se fue enganchando, se sumó a torneos y va fuera del horario escolar a practicar. Lo vi jugar y está entre los normales si miras a como juegan sus compañeros. Cuando vuelve de jugar me cuenta lo que hizo, si fue parte de una jugada. Una vez lloró un poco y me contó que nunca había hecho un gol. Con el tiempo hizo un gol y me lo contó, contento.
El otro día tuvo un torneo en el colegio al que fuimos juntos. Yo me tiré en el pasto a verlo y saqué mi anotador, porque quería mientras lo miraba pensar y escribir lo que quería decir en una charla compleja que tenía por trabajo. En un momento Vicente vino me pidió el anotador porque quería escribir la táctica del equipo. Mientras lo hacía se la mostraba a sus compañeros.
Yo había repasado cómo jugaba mirándolo, que es muy parecido a como jugaba yo: no era rápido, no le pegaba fuerte a la pelota, no tenía una gran habilidad. Busqué explicarle qué podía hacer con eso: mirar el partido para jugar donde se abría un espacio, buscar ser bueno haciendo pases cortos, pedirle la pelota al arquero y tenerla para salir jugando, ordenar al equipo con indicaciones, buscar que la diferencia en goles la hagan los otros y él ser y ayudar a esos otros.
Ahí estaban las cosas que yo me había dicho a mí mismo cuando era como él.
Recién unos días después pensé en ese momento, en que me pasaba mirándolo a él, en espejarme, en que tampoco estaba bueno hacerlo, que hay ahí una trampa. También que estábamos los dos buscando hacer algo con lo que teníamos, pensando en un papel como encarar el juego, en como responder a las cosas que no habíamos elegido, en encontrar cuál es nuestro lugar para jugar.
Me gustó esta charla con Dante Choi en el podcast La Fábrica, conocía su historia por otra entrevista que vi que le hicieron en un programa de Stream. Lo que habla del Kaizen, su origen chino y el doble significado que tiene me hizo volver acá antes de terminar este envío.
Ahí cuenta que un significado es enderezar lo que está torcido, y el otro es “con bondad”. Y complejiza la idea de bondad, al menos para mí que me remite y se reduce a la moral católica. Crueldad, bondad, la forma en que te tratan, lo que hacemos con eso, la humedad y las paredes.