Canchero
La eficiencia de caminar. El catalejo y la vergüenza. Comer en el bondi. Las fotos, los recuerdos y las cosas donde no dejamos de ser.
Cuando estoy agobiado por trabajo u otras cosas que se van pareciendo al trabajo en la parte de la inevitabilidad busco hacer cosas que me evadan. El 2024 va a ser duro, pienso y me repito a mí mismo para que no me queden dudas. Una sensación que está flotando en cada conversación en estos días.
(Volví a leer esto para corregir, corregí estos días por en estos días y me sonó esto: En estos días / No hay absolución posible para el hombre / Para el feroz, la fiera que ruge y canta ciega / Ese animal remoto que devora y devora / Primaveras)
Una manera torpe pero eficaz es pensar cosas ineficientes. Es bastante simple encontrarlas cuando fuiste ajustando la tuerca de la eficiencia en varias otras.
La más común o la que más me funciona es ir de un lugar a otro caminando. Tiene que ser un lugar lejano y al que no voy seguido. Y la tarea de la que es parte el camino no tiene que ser muy importante, o puede serlo pero no debería justificar ese tiempo, o tiene que tener un éxito incierto al final.
Esta foto de los panes con la inscripción EEUU la saqué caminando desde casa, Recoleta, hasta Papelera Bariloche, un mayorista de librería que lleva adelante un amigo. Fui a comprar regalos de navidad y llevaba una lista precisa pero no tenía claro si iba a poder cumplir con el objetivo, ni si no era más fácil pagar un poco más pero resolverlo en una librería mucho más cercana.
El año pasado también fui y supe que podía haberlo resuelto de una manera más simple y cercana. La evidencia iba en contra de mi plan.
La trampa es que en el camino hago cosas que me ayuden a sentir que algo hago, entonces saco fotos que después me sirvan para escribir acá. Miro en el teléfono cuantos pasos hice, miro el mapa cuando no sé en qué calle estoy y así voy armando un nuevo orden, un sentido, otra manera de que eso que hice para evadirme pueda tener un nombre amable a mí mismo.
El nombre de la sección y lo que presume, el título que eligió, la ironía que busca construir, la última oración, que cite y haga preguntas que está inventando, que haya esperado mucho tiempo para poder decirlo, todo es vergonzoso en la canchereada. Penoso.
Algo que se le debe haber ocurrido en algún momento y que no se quiso perder de ponerlo en papel, para poder mostrárselo a alguien que le festeje el chiste, la ironía, que le devuelva la imagen exacta de lo que le gustaría ser.
En estos días hay muchas cosas así dando vueltas.
No se puede comer en el bondi, no es que no lo sabía, podía suponerlo. También me lo dijo Aurora cuando paramos el 124 después de las 10 de la noche un día de semana en sus vacaciones. Pero no había nadie, en todo caso el conductor me podía decir si se podía o no. Pero no me dijo nada, porque el tipo, que seguro sabía que no se podía comer en el bondi debe haber pensado que esta vez no estaba mal. Cómo iba a estar más algo así.
Creo que tiene que haber un margen para que algunas cosas pasen aunque no se pueda. No todo va a terminar en la instalación de un comportamiento que va a atentar contra el orden social. Comer helado de Cadore en el colectivo una noche de verano en que la el presidente anunció lo que anunció y un montón de personas salieron a golpear cacerolas es algo que debe poder pasar.
Ese mismo día, cuando salimos con Vicente y Aurora para Once fui hablando con Auro sobre los colectivos, y le nombré algunos para ver si ella se acordaba a donde iba con ese. 124 es el del jardín al que no va más, 93 el de La Fuerza, 62 es Once y Roma, 130 varias veces a la Usina del Arte en vacaciones, 67 Ecoparque, Jardín Botánico y Rosedal, de casa hacia el sur muchos hasta San Telmo o la costanera sur y así. Un mapa que se va armando en su vida de bondis y lugares. De ir juntos.
Esta es la puerta de la heladera de mi primo Manuel y su mujer María Dolores. Los conozco desde que se pusieron de novios, cuando ella tenía 15 años y yo creo que tenía 11. Es decir, hace unos 35, 36 años. En algún momento veraneé con ellos en Praia du Matadeiros, en Brasil y yo hice fotos. En esa época revelaba fotos y esta de su hijo la revelé yo, creo. Y se la regalé como un imán para la heladera.
La vi el día que fui a almorzar a su casa con Vicente y Aurora, en una juntada de primos. Nos contó Manuel que Genaro, el de la foto, que ahora tiene como 20 años y estudia arquitectura se está yendo 6 meses con amigos a Australia, a trabajar, pero principalmente a surfear, algo que aprendió desde bebe en esa playa de Matadeiros y después en otras.
Le pregunté a Lolo, así la llamo desde que la conocí, cuanto tiempo tendría esa foto de la heladera e hicimos la cuenta. Te voy a traer algo que tengo y te va a sorpender me dijo y volvió con este sobre negro que reconocí en seguida. No recuerdo bien en qué año y recién cuando lo fui desarmando me acordé algunas cosas más: quien podía haber cocido los sobres, con quien imprimí los cartones, donde presente esto.
Que busqué imprimir en una imprenta antigua, para que se vea la marca de la tipografía, que quería que sean 3 poemas, que el papel era una fotocopia común pero las tapas no, que iba a tener un sobre negro con perlitas de colores, que iba a tener un titulo para armar que era también una pregunta, que iba a ser viable de bancarlo yo porque lo iba a regalar. Recordé también que algún amigo también lo guarda, mi hermana me dijo que también lo tiene, yo no guardé ninguno.
Puedo buscar en esto alguna pista sobre cosas que hice después, desde un libro hasta un vermú, pero sería una parábola real pero también forzada. Sí, hay un hilo, como el que esta cocido en el sobre, entre las cosas de uno. Pero también hay esas cosas en otros, una forma en que somos entre sus cosas que se guardan y son eso: lo que fuimos y vamos a ser mientras estemos ahí.
Gracias por leer.