Bosta
El olor de la ciudad vieja. Una cámara en mis manos. El equipaje y la libertad. Las estrofas en que está mi papá. Un cisne y las cosas que hacemos.
En septiembre organizamos con los 3 amigos que hacen vermut Flores en Uruguay un Encuentro Vermutero latinoamericano. Viajaron a Montevideo pequeños productores de Bolivia, Brasil, Chile, Perú, México y Argentina. Hicimos un par de encuentros en bares, otro en un teatro donde hubo charlas y una feria en un lugar, el que se ve en la foto, en la ciudad vieja.
El domingo que hicimos la feria fui temprano a la mañana caminando desde mi hotel hasta el lugar por la rambla, una caminata de una hora bordeando el rio. Cuando entré al lugar estaba desordenado, sucio y había un olor que creí tenía que ver con el estado del lugar esa mañana. Al rato llegó un cocinero al que le señalamos el olor y nos dijo que no era del lugar, que era por la bosta de los animales que a esa hora estaban cargando en el puerto, a unas cuadras de ahí.
El lugar ahí se ubicó en un lugar, en su lugar, en el mapa en que estaba. Después un fotógrafo hizo fotos como la que está acá arriba con un dron y en la que se ve el puerto, los techos alrededor, nosotros reunidos en encuentro en ese patio. Pero lo que era incómodo, desagradale, lo que había atribuido a la dejadez y la mugre terminó siendo otra cosa. Bosta, ese olor, sus animales.
Muchas cosas son así, se sienten de una manera hasta que uno sabe lo que son, de dónde vienen. O tal vez siempre sean eso, lo que uno siente. O tal vez siempre sean lo que son. O tal vez sean eso que nos pasa medio perdidos buscando saber.
Al Encuentro vermutero vino una pareja, ambos de Brasil, y después cruzaron a Buenos Aires. Nos fuimos escribiendo, pasaron por La Fuerza y nos encontramos para almorzar en Roma. Fue un rato y en ese rato él sacó su cámara, y estuvo haciendo fotos mientras yo hablaba con ella. Me contó que esa cámara era el mismo modelo que la que usaron para sacar fotos en la luna en el viaje del Apolo XI y me la puso en mis manos.
A veces pasa que alguien te pone algo entre las manos que no esperas, algo que no estabas buscando, y pasa algo. El peso de esas cosas. Me sacaron una foto con esa cámara y me dijeron que me la iban a mandar. Espero que algún día llegue, traerla acá y poder terminar de escribir algo sobre esto.
Esta remera la vendían en la ciudad vieja, me recordó a mi viejo que decía mucho eso de andar liviano de equipaje. Mi viejo viajó mucho toda su vida por trabajar en el campo, no en uno, sino en muchos a los que iba todas las semanas. No había 1 campo, había muchos y eran todos de otros, por eso él tenía que ir recorriéndolos.
Hace poco Aurora me preguntó si el abuelo Juan tenía campo y le conté que no, que nació en uno porque su papá y su mamá eran encargados de uno, y que era de ahí, pero que ni sus padres ni él tuvo nunca un campo propio. Que estudio, se recibió de veterinario y trabajó toda su vida andando de campo en campo, siempre de otros.
De los viajes solía llegar con olor a bosta, que iba cargando en los zapatos, en la ropa, en el tránsito entre el campo y la manga. A él le gustaba ese olor, porque le gustaban mucho las vacas y que todo lo que cagaban era parte del resultado de una máquina perfecta que hacía de lo más simple algo muy rico y complejo.
Me iba a comprar la remera pero me dio un poco de vergüenza lo que iba a sentir si me la ponía y no me la iba a poner nunca. Lo que esa remera decía de lo que hubiera sido encontrarla en otro momento. Termina acá, en esta foto, en la señal que fue, en pensar en esas cosas.
Los amigos uruguayos me decían que me faltaba muy poco en mi proceso de uruguayización, un chiste que me servía para hablarles de como mi viejo fue donde vi reflejado el amor por Uruguay. Charlando con ellos ya de vuelta del viaje le pasé una canción, y ellos me contaron que la letra era de Raul Bravo y una parte dice así: Uno tiene en los ojos / el humo del billar / Otro a las ilusiones / se las llevó al remate / El tercero es el único / que se dice normal / Justo él que ha vivido / cuidando un empate.
Vivir cuidando el empate, que preciso, que desolador, qué propio.
Valentina, que trabajo en la producción del encuentro vermutero trajo otra estrofa sin saber que era la preferida de mi papá:
Te largan a la cancha / Sin preguntarte si querés entrar / Por si fuera poco, de golero / Toda una vida tapando agujeros / Y si en una de esas salís bueno¡ / Se tiran al suelo y te cobran penal.
El campo, la bosta, la libertad, el empate, el penal y la vida.
Cuando encaramos la restauración de Roma uno de los objetos que encontramos fue este cisne. Lo limpiamos, lo arreglamos, lo volvimos a instalar armando una pieza entre la barra de estaño, una pieza de bronce que quedó de una heladera de chopa al hielo y el cisne. Alardeamos de esta recuperación, le hicimos fotos, las compartimos, lo mencionaron en notas.
Hasta que un día instalamos esas aguas que rellenan botellas y se fue el cisne mientras nos prometimos encontrarle un lugar que nunca encontramos. Pasaron meses, años, y hace poco decidimos sacar esos grifos de agua con el que rellenábamos botellas, un sistema en el que creímos y defendimos, y que sacamos no porque eso hubiera cambiado.
Y volvimos a poner el cisne. Y ahora ya no vamos a hacer alarde de esto. Solo volvió y ahí estará. El lugar que podía tener era ese, tal vez no había otro. No todo se puede mover, no todo puede tener diferentes lugares.
Gracias por leer